Cuando agregamos la palabra ‘estrategia’ o ‘estratégico’ a los términos que utilizamos en comunicación, publicidad y mercadotecnia, debemos tomar en cuenta un par de cositas para que no terminemos utilizando solamente palabras complejas y sofisticadas de las cuales nadie sabe qué esperar.
Decir estrategia compromete, por ejemplo, a llevar un pensamiento ordenado, que inicia con el entendimiento de las situación. Un entendimiento que cuestiona para romper con lo ya preconcebido, que provoca el detenernos un poco para ver si en realidad es eso lo que estamos buscando, y que comienza a integrar ideas o posibilidades de desarrollo. Ese es el inicio de todas esas “cositas” que debemos tomar en cuenta para llamar estratégico a un plan de trabajo.
Muchas veces pensamos que la estrategia es una lista de acciones, que se ponen en un plan de marketing y que como marca debemos realizar para llegar a ciertos objetivos – otra palabra compleja de entender y trabajar–. Pero no es así necesariamente.
Si el listado de acciones no está pensado como un todo, de manera integral, si no queda claro cómo cada paso del camino suma al cumplimiento del objetivo, o cómo una actividad, complementa a otra sin importar el tiempo, espacio o medio donde la realicemos, estamos realmente planeando acciones aisladas. Ideas independientes, que operan solas. Es probable que esas ideas nos gusten y hasta es posible que funcionen para “llegar a las metas”, sí, pero en estos casos la palabra estrategia también sale sobrando.
Y no todo tiene que ser complicado. Cuando la creatividad se suma, una sola acción puede ser también el esfuerzo estratégico a seguir. Las formas que elijamos para conceptualizar, realizar y comunicar dicha acción podrían traer más resultados a largo plazo que una planeación sin rumbo. Importante: estos resultados no necesariamente son ventas; hay muchos otros logros que suman al valor de las marcas, a su construcción o posicionamiento.
Las estrategias reales las deben de pensar y ejecutar en conjunto los diferentes equipos o áreas que integran a la marca/empresa. No son tarea de un departamento: “los de merca”, “los de comercial”, “dirección”… Tiene que haber un rumbo acordado en común, personas con quienes queremos conectar y mensajes que queremos hacerles conocer y sentir; seguramente habrá también objetivos particulares que perseguir (para los bonos o para que no sintamos que nos van a correr) pero cada uno de ellos debería sumar y colaborar al objetivo general, a una meta de marca a largo plazo mucho más significativa.
Ahí es donde entramos como Pájaro Chato: llegamos a sumar pensamiento creativo-estratégico a los planes que tienen las marcas. Somos un complemento, una extensión de sus equipos, un detonador de nuevas ideas. Desde el primer taller que tenemos para conocer más de la marca, de su entorno y sobre todo del momento en el que se encuentra, hasta la ejecución de piezas, campañas e ideas, todo el proceso es resultado del pensamiento creativo. En el camino planeado, entendemos, cuestionamos y ordenamos, al mismo tiempo que imaginamos y creamos nuevas posibilidades: nuevos rumbos.
Más allá de ser “la agencia” que trabaja para la marca, somos parte de la marca, con pensamientos de agencia. Un pensamiento creativo que debe tomar en cuenta todas las “cositas” que generalmente olvidamos al hacer estrategia.